Honestamente no lo recuerdo con la claridad que quisiera, pero sí recuerdo esos días metidos en las entrañas de la tierra, a más de 100 metros de profundidad y en cavernas de hasta 35 metros de amplitud, incluso recuerdo haber encontrado el tronco de un árbol grueso como un barril y largo como un poste... ¿cómo llegó hasta ahí?... en temporada de lluvias el Río Chontalcoatlán se lo tragó para siempre...
El camión que tomamos en Taxqueña nos dejó en algún lugar de la carretera, yo confiaba en mi guía... pero me pregunté si estaríamos en el lugar correcto...O-0.
¿Mencioné que otros excursionistas en la terminal de Taxqueña nos platicaron de unos Scouts que murieron ahogados en el mismo lugar hacia el que nos dirigíamos???... uch!, que poca.
Caminamos un par de horas y llegando a la entrada que nos presentaron como la claraboya del Río Chontalcoatlán se acabó el camino... recibo un pellizco de mi esposa que en ese entonces sólo era mi futura...-¡me dijiste que era sólo una bajadita!-, -ya ni me despedí se mi mamita!!!-.
Ni hablar... a mostrarse machito, armamos nuestros mochibotes, que por cierto en esa ocasión innovamos, porque en lugar de llevar los botes cuadrados de manteca, vulcanizamos unas cámaras de camión y nos quedaron unas mochilas con forma de almohadón pero tamaño cagüama, y para abajo... el descenso se hacía con ayuda de un cable de alámbre, luego con una escalera y al final otro tramo de cable de acero, todo empotrado en la pared, pero... pues el miedo es miedo... eran poco más de 100 metros en descenso, eso es como un edificio de 30 PISOS!!!
Antes de bajar pasamos a registrar nuestros datos y el número de excursionistas que bajaríamos ese día y la fecha programada de la salida... porque no era de entrada x salida, tuvimos que acampar ahí dentro, pero... si se dice acampar por ser en el campo... ¿cómo se dice cuando es en una caverna?... acavernar???, bueno..., bajamos Isaac, su chica, Ale y yo. (¿cómo se llamaba la novia Benja?)
Llegamos a la base y empezó la caminata, el agua sólo llega a la rodilla porque es época seca aunque hubo algunos pozos, que sólo nadando se pueden atravezar y creo que fué el momento más emotivo, revelador y emocionante pues en ese momento ella me dice...-amorcitoooo, no se nadar!-, Ojo, suspenso, mi cara de... ¡¿cómo?!, ¡¿no nadas nada?!... responde ella... nop, no nado nada!!!
Yo tampoco lo hacía bien, pero lo suficiente para llegar al otro lado apoyado en mi mochila-cámaradecamión-vulcanizada, sin embargo... pues ya que!!, ella se apoyó en mi espalda y tratamos de llegar juntos al otro lado...
Bueno... bueno... bueno... ella por poco se convierte en la primer autoviuda-homicida del mundo antes de haberse casado!!!, a medio camino, mejor dicho, a medio trayecto sintió el inevitable pánico y se apoyo con mucha fuerza sobre mí, lo que provocó que me hundiera completito, y entre más me hundía yo, ella se sentía menos apoyada y como consecuencia más se trepaba sobre mí... en resumen... el peor circulo vicioso que jamás viví: más miedo, mas hundido, mas miedo y más hundido, más miedo y más hundido (y menos aire).
Pasado el susto y unas cuatro horas más adelante, llegamos a un pequeño banco de arena y ahí pernoctamos, en medio de unas increíbles piedras esculpidas por la madre naturaleza de tamaño portentoso y formas caprichosas, unas piedras blancas que al golpearlas parece que fueran como de vidrio y al colocar correctamente la lámpara sorda proyectan distintas sombras como de frailes en silenciosa procesión, contacto muy sabroso con otro mundo, casi irreal.
Luego de unas horas de merecido descanso, salimos por el Dos Bocas, que es donde convergen el Chonta y el río San Jerónimo, nos refinamos unas quekas, enjuagamos nuestros pies blancos blancos por la humedad de estos dos días y por haber recorrido los nueve kilómetros de emocionantes grutas equiparables a la distancia de la Condesa al aeropuerto.
Quién se apunta?...
No hay comentarios.:
Publicar un comentario